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2020
A las víctimas no las olvidamos

Colombia es un país de fracturas, de cicatrices. En medio del caos y la crisis que ha traído una pandemia inesperada siguen estando las victimas que, con el dolor en el pecho, se avientan a enfrentar otra crisis más en medio de la impunidad y los líderes sociales que hoy siguen asesinando. Y la única cosa de la que parecen poder sujetarse estas personas es de la memoria y, contra corriente, nos piden que no olvidemos, que no les olvidemos.
Cada 9 de abril se celebra el Día Nacional de la Memoria y solidaridad con las víctimas. Y, aunque un día no es suficiente, es una especie de grito para que recordemos que el dolor no se ha ido, sigue ahí, muy presente; porque en nuestro país, aunque suene inverosímil, amar a alguien “fuera de la norma” lucir o vestirse “fuera de la norma” es ser un blanco de torturas, de abuso sexual, es motivo para ser asesinado.
“Nunca voy a olvidar a mi amiga, la encontré frente a la iglesia del pueblo descuartizada junto a la motosierra que utilizaron para dejarla en pedazos. A ella le habían advertido que dejara de vestirse como un macho (…) ella siguió saliendo así al pueblo, luego la mataron. Yo intenté recoger sus pedazos antes de que su mamá llegara”, este es uno de muchos relatos de los carruseles de sangre que ha dejado la guerra, los relatos que, como organización LGBT que trabaja con víctimas del conflicto, hemos escuchado.
A “las maricas” en Colombia se les “castigó”, no debían solo estar en fuego cruzado para ser víctimas, porque solo ser o parecer desataba todo el prejuicio contenido en la guerrilla o los paramilitares, no importaba la orilla, descargaban su sevicia en contra de estas personas.
Pero entender las cicatrices y heridas abiertas que tienen muchas lesbianas, gays, bisexuales y personas trans que han sido víctimas del conflicto, es el primer paso para cumplir con una tarea de memoria, de solidaridad con lo que vivieron; es una forma de aprender a reconciliarnos con el dolor que la guerra ha inyectado por tantos años en nuestro país.
Reconstruir su memoria es, también, reconstruir a Colombia. Es aprender de sus vivencias para ser resilientes y entender que creer y querer la paz es el impulso que necesitamos como país para que nunca más una persona deba sufrir por besar a alguien de su mismo sexo o atreverse a lucir como su identidad de género lo indica, que nunca más nadie vuelva a derramar una lágrima por la guerra. Es posible.
El llamado, en medio de esta lucha contra una pandemia que nos afecta a todas y todos, es a prender una vela desde el lugar en el que se encuentre, como un gesto de solidaridad con las víctimas, pero, sobre todo, de esperanza, de anhelo de paz, de justicia para ellas.
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