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Ella ama el arte, ella ama a las mujeres y los trazos son su revolución
Al acto de tener una experiencia purificadora de las emociones, del alma o del ser mismo, le llaman catarsis. Eso era lo que hacía Linda Cabrera cada vez que escribía uno de sus cuentos, una ficción casi poética en la que escribía sobre otra mujer, de lo que sentía por ella, de sus deseos. Escribía no solo del deseo de amar o besar a esa otra mujer que era real, pero que aún no se atrevía a sacar de las sombras, sino del deseo de normalidad, esa calma que traería que cualquier persona le importara poco si un día debía decir “hola, soy lesbiana”.
Escribir la liberaba, escribir era eso, sumergirse en otro mundo ideal en el que no tuviera que pretender que le gustaban los hombres porque “crecimos en un entorno que no elegimos”, dice.
El arte también era liberación, entonces el diseño de modas empezó a atraerle como un imán, una idea a la que se aferró entendiendo siempre que “el arte y la moda tienen una valencia política enorme que no se ha usado, justo porque pareciera que la moda fuera algo superficial (…) pero es tan poderosa que una imagen o una prenda termina marcando la identidad de alguien”.
Linda, la diseñadora, Linda, la que solo le confiaba sus secretos al papel, empezó a entender el poderoso discurso detrás del vestido. Fue un proceso que tomó vida en medio de Santa Fe, un barrio de Bogotá en el que se ejerce trabajo sexual y en el que se encuentran muchas mujeres trans con las que linda puso en marcha ese sueño que en algún momento parecía improbable, mezclar activismo y moda.
“Todos los nuevos caminos que abres para cambiar y empoderar a la comunidad y seguir con este mensaje de resistencia y amor son arte”, recuerda Linda quien relata cómo esa experiencia abrió la puerta a nuevas amistades, nuevas visiones y, con estas, a su tesis que después sería un cuestionamiento a la moda y a ese mundo lleno de “códigos” femeninos o masculinos que con su trabajo intentó transgredir.
Este proceso desencadenó un efecto dominó, los días de ocultar que era lesbiana, los días de fingir que era bisexual y disimular frente a sus amigas con un cumplido reforzado al ver a un hombre, esos días llegaron a su fin. Todo fue de una forma paulatina que sin duda tuvo un momento que jamás olvidará, el día en que le contó a su mellizo que no le gustaban los hombres.
Es curioso como Linda tuvo que vivir un proceso que jamás vive ninguna persona heterosexual, muestra de ello es que su hermano mellizo jamás tuvo que “confesar” que las mujeres le provocaban mariposas en el estómago. Pero la historia de linda era distinta, porque, como a él, a ella le atraían las mujeres y no contarlo se había convertido en lo que ella sentía como un engaño a su hermano y hacia ese vínculo de quien nació a su lado y hoy sigue ahí.
“Con mi hermano tenemos una conexión increíble, estamos juntos desde el principio y con una mirada puedo descifrar qué tiene, (…) justo por eso hubo una idea que me martirizaba y es que no hay manera de ocultar algo a la persona que más amo en este mundo (…) decírselo tal vez le va a romper el corazón, pero no decírselo también lo hará”, narra Linda, quien cuenta que con esta idea en la cabeza decidió aventarse a “quitarse la máscara” como ella lo define.
“¿Nené existe algo que yo te dijera que pudiera hacer que tu me dejaras de amar?”
“No. Nada de lo que tu hagas o digas puede hacer que yo te deje de amar”
Linda cuenta que después de esta repuesta no supo articular las palabras exactas para explicarle que era lesbiana, pero en medio de los rodeos logró darlo a entender sin ella siquiera atreverse a pronunciar esa palabra: Lesbiana.
“Casi no logro concretar las respuestas en mi cabeza, pero al final lo hice. Lo único que puedo decir de este proceso es que mi hermano nunca me ha dejado (…) como para mí fue un proceso para los demás también lo es”, cuenta Linda quien después de ese día asumió ante el mundo entero su orientación sexual.
Salir del closet en su casa empujó la última ficha del ajedrez, la ficha que le dio vida a “Una zurda dibujando” un proyecto en el que los pensamientos se vuelven trazos y esos trazos dan vida a eso que antes eran textos inconclusos que simplemente guardaba en un closet. “El arte y la moda para mi es amor y activismo, es la forma en la que le encontré sentido a muchos caminos de mi vida”, dice Linda, una nueva Linda que ya no teme ocultar a quien ama.
[caption id="attachment_1625" align="alignnone" width="241"] Ella ama el arte, ella ama a las mujeres y los trazos son su revolución[/caption]
Imagen y caption tomada del instagram @llamame_crespa
“Lo escribí hace algunos años,
Lo escribí porque la quería,
Lo escribí cuando no era capaz de aceptarlo,
Lo escribí porque solo al papel le confiaba mis pensamientos;
Hoy soy capaz de publicarlo”
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